Gabriela Mistral - Poesia

Miedo

Yo no quiero que a mi niña golondrina me la vuelvan; se hunde volando en el Cielo y no baja hasta mi estera; en el alero hace el nido y mis manos no la peinan. Yo no quiero que a mi niña golondrina me la vuelvan. Yo no quiero que a mi niña la vayan a hacer princesa. Con zapatitos de oro ¿cómo juega en las praderas? Y cuando llegue la noche a mi lado no se acuesta... Yo no quiero que a mi niña la vayan a hacer princesa. Y menos quiero que un día me la vayan a hacer reina. La subirían al trono a donde mis pies no llegan. Cuando viniese la noche yo no podría mecerla... ¡Yo no quiero que a mi niña me la vayan a hacer reina!

Adiós
En costa lejana y en mar de Pasión, dijimos adioses sin decir adiós. Y no fue verdad la alucinación. Ni tú la creíste ni la creo yo, «y es cierto y no es cierto» como en la canción. Que yendo hacia el Sur diciendo iba yo: «Vamos hacia el mar que devora al Sol». Y yendo hacia el Norte decía tu voz: «Vamos a ver juntos donde se hace el Sol». Ni por juego digas o exageración que nos separaron tierra y mar, que son ella, sueño y el alucinación. No te digas solo ni pida tu voz albergue para uno al albergador. Echarás la sombra que siempre se echó, morderás la duna con paso de dos... Para que ninguno, ni hombre ni dios, nos llame partidos como luna y sol; para que ni roca ni viento errador, ni río con vado ni árbol sombreador, aprendan y digan mentira o error del Sur y del Norte, del uno y del dos!

Balada de mi nombre

El nombre mío que he perdido, ¿dónde vive, dónde prospera? Nombre de infancia, gota de leche, rama de mirto tan ligera. De no llevarme iba dichoso o de llevar mi adolescencia y con él ya no camino por campos y por praderas. Llanto mío no conoce y no la quemó mi salmuera; cabellos blancos no me ha visto, ni mi boca con acidia, y no me habla si me encuentra. Pero me cuentan que camina por las quiebras de mi montaña tarde a la tarde silencioso y sin mi cuerpo y vuelto mi alma.

Despertar

Dormimos, soñé la Tierra del Sur, soñé el Valle entero, el pastal, la viña crespa, y la gloria de los huertos. ¿Qué soñaste tú mi Niño con cara tan placentera? Vamos a buscar chañares hasta que los encontremos, y los guillaves prendidos a unos quioscos del infierno. El que más coge convida a otros dos que no cogieron. Yo no me espino las manos de niebla que me nacieron. Hambre no tengo, ni sed y sin virtud doy o cedo. ¿A qué agradecerme así fruto que tomo y entrego?

No hay comentarios: